Les recomiendo leer este artículo, está muy bueno. Lo escribió una amiga de Guatemala.
Saludos,
Fernando Pujol
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Un Minuto por Argentina
Hace poco recibí un correo electrónico en el que se solicita que todos los días a las ocho de la noche dediquemos un minuto de oración por Argentina. Y mencionan como ejemplo para seguir a Winston Churchill, quien organizó a un grupo de personas en Inglaterra con el fin de detener un bombardeo, aunque la historia oficial no nos refiera este hecho.
Ahora nos piden este minuto de entrega por nuestra patria, por la paz y la seguridad de nuestra Argentina.
Ese correo me ha servido de inspiración para este artículo. Deseo hacer algunas observaciones sobre este tipo de oraciones.
En la vida de un verdadero creyente, la oración tiene un lugar fundamental, y su efecto es altamente positivo.
La Palabra dice que si dos o más personas se ponen de acuerdo en algo que sea Su voluntad, Él responderá. ¡Eso es una buena noticia! Pero es necesario recordar siempre que la condición inexcusable es estar de acuerdo, tener un mismo caminar.
Sin embargo, mi corazón no es hablar de la oración en sí misma, sino de la razón por la que Argentina no cambia a pesar de la cantidad de personas que están en oración. ¿Se ha preguntado usted por qué ocurre esto, a qué se debe?
La Palabra nos dice: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6, 7).
Y también: «Siembra tu semilla en la mañana, y no te des reposo por la tarde, pues nunca sabes cuál siembra saldrá mejor, si ésta o aquélla, o si ambas serán igual de buenas» (Eclesiastés 11, 6).
Lo que nos cuesta es entender el poco sacrificio que pretendemos hacer para obtener algo. No nos gusta tomar el tiempo necesario para orar, para leer la Biblia o aun para estudiar o disciplinarnos; deseamos para nosotros los mismos frutos del que sí se ha esforzado en llevar correctamente su vida. ¡Imposible!
Es verdad que vivimos en la era de la tecnología, en el tiempo de todo rápido y fácil. Dedicamos tan solo un minuto a la oración y, a cambio de ese minuto, pretendemos los mejores resultados: la paz inmediata para nuestra nación. ¡Sin esfuerzo alguno de nuestra parte!
Es muy bueno orar, por supuesto, pero ¿por qué razón no nos preguntamos todos y cada uno de nosotros, los argentinos, qué puedo hacer yo para mejorar a mi nación? ¿Por qué no nos interrogamos sobre lo que podemos dar, en lugar de estar esperando siempre recibir?
El Señor Jesús o la oración de un minuto no son la varita mágica de la que echar mano y esperar a cambio, paz, orden, y una Argentina mejor.
Cuando se es un buen ciudadano y un buen creyente, se debe comprender que todo en la vida es el resultado del esfuerzo. Por ejemplo, yo hago un sacrificio como madre con la educación de mis hijos y me va a llevar años de repeticiones y condicionantes hasta que mi hijo aprenda los valores que quiero inculcarle. La vida en sí está constituida por leyes, y esas leyes son inquebrantables.
Una mujer queda embarazada hoy; no va a tener a su hijo mañana. Deberá pasar el proceso de los nueve meses. Meses incómodos, con náuseas, quizá viéndose fea, engordando, observando cómo se deforma su cuerpo, asistiendo cotidianamente a la pérdida de su preciada silueta. Pero el final de ese proceso está coronado de gran felicidad: ¡llega un hijo! Y ese hijo, bien lo sabemos las que hemos sido madres, nos trae una alegría indescriptible, no existen palabras capaces de expresarla en su justa medida. Es de tal magnitud la satisfacción del fruto obtenido que, de inmediato, se nos olvidan hasta los dolores del parto. Sin embargo, hubo un proceso desagradable y de sacrificio. Un sacrificio del que la mujer estaba informada, pero que no le importó hacer. Ella anhelaba el fruto.
La mala costumbre impuesta por estos tiempos tecnológicos es la rapidez con la que deseamos las respuestas. Esta es una de las razones por la que ha prosperado tanto la delincuencia, el contrabando, el robo, etcétera. Muchos se han dado cuenta de lo fácil que es sacar un revólver, dispararle a alguien y obtener un "pinche" celular. Porque quieren conseguir las cosas que los benefician de manera fácil, y la vida del ser humano ya no les interesa, únicamente están en busca de hacer dinero y lograr cosas materiales. Desean los beneficios de los que trabajan, de los que se sacrifican día a día para lograr una vida mejor, pero no aceptan las renuncias que eso supone.
¿Quién es culpable de esta situación en la que nos encontramos? Cada ciudadano es parte de la destrucción de su nación. Me preguntarán: «¿Cómo así? ¿En qué he destruido a mi nación?» Yo les respondo: «No has hecho, o mejor dicho, no hemos hecho nada para evitarlo». Todos somos parte del problema, en menor o mayor escala.
Las mujeres han tomado un papel que no les corresponde y han abandonado la educación de sus hijos, delegándosela a otras personas. En la actualidad, la mujer busca su individualidad, ya no quiere el sacrificio de ser verdaderamente madre, busca excusas para no hacerlo. Aunque no lo crea, está rompiendo una ley de la naturaleza. La mujer fue creada para apoyar a su esposo y para educar a sus hijos. Es ella la única responsable de sembrar valores morales en sus niños, para que puedan ser la generación prometedora del mañana.
El hombre, por su lado, tampoco quiere asumir su rol de cabeza del hogar, muchas veces ni siquiera provee para cubrir las necesidades que se generan en toda familia. Se refugia en el trabajo o con sus amigos para no enfrentar con cabalidad el papel de padre. Ser cabeza de un hogar significa darle dirección, ser responsable de su manutención, lograr que no falte nada, aprender a entregar su individualidad para unir criterios con la esposa, y juntos ser la verdadera autoridad ante los hijos. No una autoridad dividida, con la cual los hijos aprenden a jugar. Pero, ¡qué aburrido!
Me doy cuenta de que las parejas jóvenes no logran unir criterios y, entonces, simplemente se divorcian. No libran una lucha para aprender cómo dialogar de manera madura y correcta, sin faltarse el respeto, para llegar a un criterio común, para poder vivir en armonía. La juventud de hoy es una juventud caprichosa, hace lo que le conviene sin pensar en la semilla que está sembrando y en el fruto que le vendrá. Basta mirar a nuestro alrededor para advertir que los hijos de esta nueva generación carecen de padres, padres como la Biblia define la paternidad. ¿Ridículo? Pues vea el libertinaje que se está viviendo. ¿Me dirá que es la época? No es de épocas de lo que se trata, es de principios en la vida del ser humano. ¿No quiere violencia? Sea usted un pacificador y haga su papel, el que sea, pero de la forma correcta.
Supongamos que su televisor se descompuso y que el técnico no puede ir a repararlo hasta dentro de tres días, pero usted quiere que vaya ahorita mismo y, para ello, le ofrece cierta cantidad de dinero. Tome conciencia de que con esa conducta está efectuando un soborno; sepa que en ese mismo instante es responsable de haberle enseñado una treta al técnico. Sí, le enseñó a decir «Ahorita no puedo, pero si me da más dinero, haré lo posible por ponerlo en primer lugar en mi listado». Ya se dio un primer paso. Y el ardid seguirá expandiéndose y haciéndose parte de la sociedad, tal como lo estamos viendo.
El soborno, la corrupción, la delincuencia han nacido dentro del hogar. Puede ser que ese tipo de conductas enfermas se hayan aprendido a través del ejemplo directo de los padres, pero también la calle es gran maestra de estas formas asociales de proceder, esa calle a cuya merced son dejados los niños cuando los padres le dan prioridad al trabajo antes que a la educación de sus hijos.
Por otro lado, tenemos a los empresarios que ejercen la corrupción amparándose en la ley. Han decidido quitarle gastos a la empresa, por culpa de tanto impuesto —esto es soborno de los gobiernos sucios, pero aun así no es justificable—. Están reclutando jóvenes solteros para sus empresas: como sus gastos son menores, pueden pagarles un sueldo más bajo. Ya no los toman como empleados, sino que los contratan como asesores y mes a mes les hacen firmar una factura por las tareas cumplidas; así les quitan el beneficio de sus prestaciones. Y el trabajador sufre un grave perjuicio, aunque se esfuerce igual o más que otros. Eso se llama sobornar. ¿Podemos decir que vivimos bajo un parámetro de justicia? Argumenten lo que deseen, pero lo que están haciendo es quebrar todo los derechos del trabajador. No es justo. Mientras él cumpla, cumpla usted, empresario.
Las amas de casa buscan jovencitas para que las ayuden en las tareas domésticas, mejor si son de pueblo, recién llegadas a la capital. Les pagan Q 500, 00, (poco dinero) les exigen, ¡las exprimen! y, encima, hay señoras que les pegan. ¿Es esto justo?
Tenemos que preguntarnos qué bien hacemos por Argentina, cuánto de nuestro tiempo entregamos para una buena obra. ¿Un minuto de oración? ¡Y después del minuto seguimos viviendo como la gana nos da!
¿Cuántos comerciantes entran contrabando a Argentina? Y luego ponen precios que no compiten con los que son honrados. ¿Es eso justo?
¿Qué se está haciendo por Argentina? ¿Se está educando a la siguiente generación correctamente para formar a los líderes intachables del futuro? ¿O se la está dejando crecer en la calle? ¿Quiénes son sus amigos? ¿Saben ustedes, padres, adónde van sus hijos por las noches?
La pregunta que debemos plantearnos es, en síntesis, qué estamos haciendo por una Argentina mejor.
¿Quién es realmente Argentina? Argentina somos todos los que nacimos en esta patria, y nuestras actitudes y nuestro proceder en todos los ámbitos de la vida repercuten en las generaciones siguientes.
Así surgen los presidentes que dirigen las naciones, hombres que no tuvieron en su hogar un buen ejemplo, cuyos padres no les brindaron valores sólidos, hombres que luego llegan a gobernar, y usted puede ver lo que obtenemos como resultado.
Dice la Palabra que desde la cabeza viene el bien o el mal, hacia abajo. ¿Qué estamos recibiendo? ¿Qué está haciendo la Iglesia en general para pararse como una voz profética que ponga en su lugar todo esto?
La nación es el espejo de la Iglesia. ¿No será que la Iglesia está viviendo en corrupción? Piénselo. ¿Cuál es el papel de la Iglesia? Señores pastores, ustedes tienen la mayor responsabilidad en las naciones, no pueden enseñar un Evangelio de risitas, chistes, un Evangelio liviano. ¿Les dará miedo enseñar la verdad tal cual está escrita porque sus vidas puedan quedar expuestas? No lo sé, pregúntenselo ustedes ante Dios. Lo que yo sí sé es que la respuesta en esta nación la tenemos: una Iglesia que se esconde.
Así podría seguir y seguir con la cadena, porque mientras unos llevan existencias disolutas, sin querer hacer nada, el resto de los ciudadanos argentinos ya no aguantamos tanta opresión sobre la nación y sobre nuestra vida. Pero nuevamente la pregunta es: ¿estaremos dispuestos al cambio, a unirnos, sacrificando deleites, sobornos, por el bien de Argentina?
¿Se preguntó cuánto de su dinero o del dinero de su empresa utiliza para optimizar las condiciones de estudios de niños pobres, dándoles mayores oportunidades para ser mejores hombres y mujeres, para que puedan constituir el legado de esta nación?
Sea parte del cambio. Ayude a un niño a salir de la miseria y de la ignorancia, páguele estudios. Póngase metas, arregle una escuela, done libros para que los niños aprendan más y piensen bien.
Enséñeles a sus hijos cuáles son realmente los valores morales de la vida. La vida no es el momento rico, agradable, de una satisfacción momentánea. La vida es todo un caminar, un aprender, un dar, también el recibir recompensas. Hágalo usted en su vida, y sus hijos serán los primeros en convertirse en sus más consecuentes seguidores. El anhelo de todo hijo es ver al padre como ídolo, él quiere demostrar ante los amigos que su padre es el mejor. ¿Qué sucede en el corazón de un hijo defraudado? ¿Qué vergüenza sufre? Este será un hijo que se deja influenciar por las malas compañías, que se dará a las drogas, a las maras (pandillas), quién sabe. El joven siempre busca ser seguidor de un líder, ¿por qué razón el padre no puede ser ese líder? ¿O no hay líderes?
La única solución que Argentina tiene es que usted diga: «Me arrepiento de la vida disoluta que, en menor o mayor escala, he llevado y me propongo hacer lo mejor para mí, para mi familia y aun para mis empleados y vecindario».
Siembre un grano, muchos granos sembrados pueden hacer el cambio.
Oración: "Señor, guárdanos de las trampas de los inicuos, haz que caigan en sus propias redes. Nosotros pasaremos delante de ellos y no podrán tocarnos. Bendice, Señor, a los que realmente te buscan y hacen tu voluntad."
Usado con permiso de Maly de Bianchi. Título original "Un Minuto por Guatemala". Por Amor a Mi Nacion ( contactenos@porminacion.org Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
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